terça-feira, 11 de setembro de 2012

EL JARDÍN DE LOS SENDEROS QUE SE BIFURCAN

(...)
Llegué, así, a un alto portín herrumbrado. Entre las rejas descifré una alameda y una especie de pabellón. Comprendí, de pronto, dos cosas, la primera trivial, la segunda casi increíble: la música venía del pabellón, la música era china. Por eso, yo la había aceptado con plenitud, sin prestarle atención. No recuerdo si había una campana o un timbre o si llamé golpeando las manos. El chisporroteo de la música prosiguió.

Pero del fondo de la íntima casa un farol se acercaba: un farol que rayaban y a ratos anulaban los troncos, un farol de papel, que tenía la forma de los tambores y el color de la luna. Lo traía un hombre alto. No vi su rostro, porque me cegaba la luz. Abrió el portón y dijo lentamente en mi idioma:

—Veo que el piadoso Hsi P'êng se empeña en corregir mi soledad. ¿Usted sin duda querrá ver el jardín?

Reconocí el nombre de uno e nuestros cónsules y repetí desconcertado:

—¿El jardín?

—El jardín de los senderos que se bifurcan.
(...)


Talvez, como nenhum outro, este conto de Borges regressa aos meus dias, de forma persistente. Não creio que seja tanto pelo anti-climax, que Crónica de uma morte anunciada levaria à perfeição, mas pela impossibilidade de Yu Tsun lutar contra o seu destino. Os labirintos de Borges são, com frequência, legíveis e visionáveis. São, nesse sentido, particularmente (cinemato)gráficos. Não tenho dúvidas que o que neles me fascina é, também, isso. O outro tema, o que se esconde no jardim, quase se me torna secundário.

1 comentário:

Anónimo disse...

Borges tratou exemplarmente o tema da alteridade: nos caminhos que se bifurcam e nos espelhos de que fala quase obsessivamente (para além dos tigres, claro...).
Parabéns pelo nível dos teus escritos e pelas pistas de leitura que nos vais deixando.
PL